¿Enseñar o propiciar Aprendizaje?
La pandemia agudizó el debate entre dos posicionamientos para la docencia: El profesor debe enseñar de acuerdo a la Didáctica o producir aprendizajes fundamentando más su labor en la Psicología, sobre todo en la rama de la Neuroeducación.
Desde antes de la pandemia se observaba necesidad de cambiar el paradigma educativo porque el crecimiento de la información, al alcance de todos, hace imposible dominarla. Cada vez hay más dudas, más preguntas, más opciones de conocer, de estar al día en cuanto a información y el paradigma educativo actual no proporciona satisfacción a ello porque la Didáctica, como el “Arte de Enseñar” cumpliendo tarea de proporcionar métodos y prácticas docentes eficaces para enseñar algo (contenidos) a alguien (sujetos) pretendiendo prescribir, guiar o normativizar la práctica educativa, indicando qué procedimientos o metodologías resultan más eficaces a cada situación, quedó rebasada cuando importa más que «saber», el «saber hacer», y más que «aprender», el «aprender a aprender».
Apareció requerimiento de nuevo paradigma educativo que procure aprendizajes a partir de un problema que deba ser resuelto mediante búsqueda y manejo de información apropiada para ello. Lo pueden hacer las nuevas generaciones ya que tienen a su disposición herramientas que los enseñantes, por lo general, no dominan como instrumentos.
La aparición de la “Era del Conocimiento” dibuja un escenario semejante al que vivió la humanidad en la transición de la Edad Medía a la Edad Moderna cuando todo lo social se transformó. La Edad Media fue época rural donde la posesión de la tierra fue lo dominante; la Edad Moderna cambió dejando de lado la posesión de la tierra como lo dominante. Entre esas dos etapas en la historia de la humanidad se encuentra el Renacimiento como la época de tránsito entre ambas edades.
Actualmente tenemos transición de la Edad Moderna a la Edad del Conocimiento que provoca transformación de todo lo que conocemos: Transportes, negocios, cultura, formas de vida, y más; entre ambas etapas vivimos la época de tránsito que podemos llamar “Era del Conocimiento”.
La transición de Edad Media a Edad Moderna fue lenta, la transición de la Edad Moderna a la Edad del Conocimiento será más acelerada y tormentosa porque los seres humanos habrán de agilizar su dominio del conocimiento, y para ello, la educación necesita estar presente con nuevo paradigma.
Las instancias de gobierno deben comprender que no basta con reformas educativas. De poco vale el cambio de contenidos curriculares si no inciden en los conocimientos y competencias de los docentes que los implementarán. Igualmente, se pueden hacer procesos formativos para incrementar las competencias y conocimientos del profesorado, pero de poco servirá eso si no se mejora el currículum y el papel de los estudiantes en el proceso de enseñanza. En resumen, para mejorar resultados de la educación se necesita atención a los factores docente, currículo y estudiante.
No olvidar que aprendizaje se adquiere no sólo en la escuela, también en ámbitos informales. Son nuevos lugares y entornos para aprendizaje que exigen nuevas concepciones del papel de la escuela, sin aislarla de los contextos educativos El aprendizaje ya no aparece sólo de modo formal en escuela y aula, sino que está informalmente distribuido o disperso en múltiples contextos; además, los alumnos requieren convertirse en aprendices autónomos, capaces de reflexionar sobre lo que aprenden.
Aprendizaje es objeto de la psicología, Enseñanza lo es de la Didáctica; pero, en lugar de entender la enseñanza en función del aprendizaje, como hipótesis teórica, hay que darle vuelta y proponer el aprendizaje como función de la enseñanza. Enseñanza (cómo) y currículum (qué) constituyen los dos referentes de la didáctica En lugar de subordinar una a la otra o de aceptar «coexistencia», se debe defender una complementariedad sin dejar de lado al estudiante.
La escuela del siglo XXI debe proporcionar los conocimientos que conviertan en mejores personas a los alumnos y debe ser un lugar privilegiado para que aprendan a “hacer cosas” con los conocimientos adquiridos, también para que aprendan a compartirlos y a convivir con los demás. No puede limitarse a transmitir conocimientos; la complejidad de la realidad del mundo en el que vivimos obliga a ofrecer conocimientos integrados y aplicados a situaciones y contextos reales.
Importa una acción integradora que permita visualizar una educación inclusiva en todo aspecto, que sea capaz de desatar la creatividad para enfrentar los problemas que los estudiantes encontrarán en la vida real del siglo XXI. Vivimos en un mundo tecnologizado, globalizado e hipervinculado donde todos somos interdependientes. Transmitir eso es complejo porque hacerlo desde el discurso teórico es absurdo y llevarlo a la práctica no es siempre significativo para nuestros jóvenes estudiantes, pero la clave para un buen docente es Reflexionar sobre Educación a partir de las necesidades reales y no sobre eslóganes o lugares comunes.
Uno de los bloqueos de la actividad como proceso de aprendizaje en la escuela es el uso de estrategias metodológicas y de evaluación por parte del maestro, donde no cuenta la participación crítica y reflexiva del alumno en su propio aprendizaje; no lo deja pensar, lo empuja a copiar y a repetir modelos de decir y de hacer. Se corta de esta manera la posibilidad de desarrollar el pensamiento original, crítico, reflexivo aplicado al proceso evaluativo. (Burgos, 2007)
La creatividad sólo se verá favorecida en un clima permanente de libertad mental, que propicie, estimule, promueva y valore el pensamiento divergente, la discrepancia y la crítica fundada. El mejor estímulo para el desarrollo y uso de la mente creativa está en fomentar la confianza en sí mismo del educando, así como en proporcionarle elementos para un Aprendizaje Emocionante. De esta forma es posible potenciar su aprendizaje dentro y fuera del aula.
La escuela, como lugar para el crecimiento personal, para el desarrollo competencial, para atender a la diversidad, para potenciar las capacidades de todos y cada uno de los alumnos, es la escuela que todos queremos, pero que no siempre tenemos.
Uno de los derechos del alumnado, que debemos garantizar desde el sistema educativo, es el derecho a la inclusión. Y una manera de garantizarlo es la educación personalizada, aquella que se amolda a lo que cada alumno necesita en un contexto y momento determinados.
Invito a ustedes para que lean el documento anexo a esta entrada, pero exhorto a que revisen las páginas de internet que se recomiendan en ese texto accionando los vínculos. Seguro encontrarán una información actualizada, motivante y accesible.