top of page

Reinventar las Prácticas Educativas en la Escuela

La pandemia ha mostrado defectos que veníamos arrastrando en el funcionamiento de la Escuela como centro Educativo. La Dra. Laura Frade Rubio es muy elocuente cuando señala que el paradigma que manejamos para “dar clases” está desfasado a la época actual. Observemos el video en https://youtu.be/sPwaQ6SIZMY donde afirma que el paradigma actual para enseñar es: “Primero conocer, luego comprender y al final aplicar”, lo cual se ha demostrado que no es el camino apropiado para la época actual.

 

“Paradigma” es modelo, patrón o ejemplo que se sigue en situaciones determinadas; por ejemplo, para enseñar las tablas de multiplicar el paradigma que seguimos muchos es que los alumnos repitan y repitan hasta que las memoricen al derecho, al revés y salteado.

 

Los paradigmas educativos son modelos que utilizamos los maestros; tienen gran impacto para poner a los alumnos frente a lo que deben aprender y los hacen reaccionar ante los conocimientos de tal manera que los aprenden o los rechazan dependiendo la forma en que lo abordemos. Está explícito que el modo de aprender de las nuevas generaciones se diferencía mucho de la forma de aprender que tienen las generaciones anteriores, originando que un paradigma educativo conservador no tenga mucho efecto positivo con los alumnos actuales; en cambio, los paradigmas innovadores sí dan lugar a aprendizajes dinámicos que estimulan a los alumnos y les producen cambios reales porque esos paradigmas innovadores toman en cuenta la nueva forma de aprender. Observemos ahora el video https://youtu.be/7FItoK0wbrs 

para mejor información.

 

Actualmente, para aprender, se requiere de un nuevo paradigma educativo construido tomando en cuenta las condiciones que vivimos; el futuro no debe volver a la inercia de un pasado injusto e ineficaz, sino que debe construirse desde la innovación para ser transformador porque la pandemia de covid-19 puso de manifiesto la grave inequidad de nuestra educación: Alumnos privilegiados que en sus escuelas y hogares tienen conectividad y dispositivos; cuentan con profesores capacitados y contenidos educativos virtualizados, para tener continuidad educativa durante el confinamiento mientras que una relativa mayoría ha visto interrumpida su escolaridad porque no tienen conectividad en sus centros educativos ni en sus domicilios, y sus profesores no dominan competencias y habilidades digitales. Una realidad que tendrá efectos negativos en sus vidas.

 

Alternativa a la situación discriminatoria actual es un modelo educativo híbrido o combinado en el que todos tengan la siempre imprescindible atención educativa presencial y, junto a ella, la educación virtual. Pero la tecnología, por sí misma, no produce automáticas mejoras educativas en los procesos de aprendizaje y, por ello, no contribuye de manera relevante a transformar la educación a no ser que la tecnología se ponga al servicio de la escuela y su proyecto educativo, de los alumnos, de los docentes y de la dirección del centro, en fin, de un modelo pedagógico bien definido. En esos casos, el éxito está asegurado y será mejor si es posible:

  • Enmarcar estos programas en las denominadas competencias para el siglo XXI,

  • Construirlos sobre currículos renovados distintos a los enciclopédicos habituales,

  • Capacitar a los docentes en competencias y habilidades digitales, haciéndoles conscientes de que no se trata de algo potestativo de su elección, sino que es parte de su responsabilidad e ineludible compromiso profesional,

  • Promover, a través de la tecnología, el desarrollo de competencias y adquisición de aprendizajes activos, participativos y reflexivos y, por supuesto,

  • Contar con un efectivo y productivo sistema de evaluación y monitoreo.

 

En cuanto al cómo hacerlo realidad, siempre necesitará partir del ejemplo de buenas prácticas sin importar donde se hayan realizado, y desde la evidencia que ellas y los datos aportan, construir políticas públicas con garantías de éxito.

 

En cuanto al quién lo concretizará, es obvio que, en primer lugar, los poderes públicos tienen su gran oportunidad y su mayor responsabilidad. Y, en segundo lugar, contar con el apoyo de la academia, expertos reconocidos y las organizaciones de cooperación especializadas en educación, que cuentan con amplia experiencia y competencia.

 

Para asegurar buenos resultados en este reto hay que evitar todo aquello que no demuestre competencia y experiencia: las buenas intenciones y el voluntarismo no son garantía.

 

El momento actual está lleno de incertidumbre, complejidad y precariedad. Sin duda, esto nos impulsa a replantearnos nuestro futuro como humanidad y el cuidado de nuestro planeta. Con miras al año 2050 la UNESCO establece que “el conocimiento y el aprendizaje son los mayores recursos renovables con los que dispone la humanidad para responder a los desafíos e inventar alternativas”.

 

Para ello, la UNESCO creó una iniciativa llamada Los Futuros de la Educación: aprender a transformarse, donde destaca la recomendación de "La Educación en un mundo tras la COVID; Nueve ideas para la acción pública", cuyo propósito es resignificar el papel del conocimiento, el aprendizaje y la educación para su contribución en el bien común mundial.

 

¿Cuáles deberían ser los objetivos colectivos de la educación en 2050?

  1. Ser Educación inclusiva: Para combatir el rezago y las diferencias; enfocarse en tomar en cuenta a todos y las habilidades individuales de cada uno. Que la inclusión se tome desde la posibilidad de personalizar la educación para adaptarla a los intereses particulares. Una educación en donde todos cuenten. 

  2. Ser Educación enfocada en la persona: Fomentar la autoconfianza y la seguridad, dar herramientas para conocerse, ser feliz y construir el propósito de vida, centrarse en la salud mental y emocional, en forjar el carácter y cimentar la ciudadanía responsable.

  3. Ser Educación para el presente: Que sea más práctica, centrada en los problemas reales y complejos a los que se enfrentan los alumnos actualmente; una educación centrada en la ciudadanía, basada en retos y problemas actuales, comprendiendo cabalmente por qué y para qué se aprende. 

  4. Que propicie Democratización de los saberes: Valorar todas las materias por igual porque es muy distinto a evaluar de la misma manera a todos: “Hay demasiada diversidad como para querer estandarizarnos a todos”. 

 

Para el futuro, ¿Cómo debería cambiar aquello que aprendemos; cómo aprendemos y dónde aprendemos?

 

  • Sobre el qué se aprende: Importa dotar de herramientas aplicables a resolver problemas de la cotidianeidad; los conocimientos que se adquieran deben tener aplicación concreta.

  • Sobre el dónde se aprende: No solo la escuela debe ser el espacio destinado al aprendizaje: también espacios abiertos, sin aulas, a ritmo personalizado, con aprendizaje entre pares, basado en proyectos y retos, fomentando el error como forma de conocimiento, y cambiando el rol del profesor por el de “árbitro” o “asesor de proyectos”, “Que fuera más experiencial”.  

  • Sobre el cómo aprendemos: Se requiere aplicación de habilidades básicas cómo la autonomía, autogestión, autoconocimiento, automotivación y autodescubrimiento,

 

En cuanto a evaluación: “Deben cambiarse las formas en que se valora y se evalúa el aprendizaje”, “Las calificaciones te hacen comparable y eso no es correcto”, “Una evaluación numérica no es lo que tú eres. Un número no determina lo que eres capaz de hacer”. En este punto ha de retomarse la idea de dar el mismo valor a todas las asignaturas y evitar los exámenes que limitan a una persona a lo cuantitativo, así como también ha de responsabilizarse a las familias en la educación, incluirlos en el diálogo y en proyectos de valores o ciudadanía.

bottom of page